Se desingó la misma con el nombre de “Nereo Calero”.
Arquitectos de todas las épocas estuvieron junto a la familia de Calero y recordaron muchas de las expresiones, de las propuestas y de la forma de ser de ese profesional que sin dudas ha dejado marcas en varias generaciones, pero además fue uno de los impulsores para que la filial de Soriano tuviera su sede propia.
El presidente de la SAU Alvaro Torres, afirmó que para todos quienes integran la filial es cumplir con un deber designar con el nombre de Calero a la sede, indicando que de ahora en más todos quienes lleguen preguntarán quién fue él. Lo consideran un gran colega, un padrino para muchos, un referente, un compañero y un amigo que fomentaba el encuentro y un gran luchador por tener a todos los arquitectos unidos.
“La sede que hoy tiene el grupo la compró, la refaccionó y la inauguró él y siempre tuvo esa iniciativa de llamarnos uno a uno para que viniéramos a reunirnos aquí y sin dudas que lo logró”.
El arquitecto Luis Gioia recordó que por el año 1984 junto a sus colegas comenzaron a reunirse y fueron reconocidos como filial al año siguiente.
En el grupo estaba Nebio Abbate, Silvia Cantoni, Julio Basano, Nereo y Gioia. Participaron de encuentros del interior y siempre quien empujaba para hacer, para seguir avanzando, era Calero.
La arquitecta Inés Rosales tuvo también recuerdos para él señalando que tras recibir su título y acercarse al grupo en Mercedes, contó con su recibimiento y por varias acciones que tuvo pudo apreciar que “ser colega para él era como ser parte de una gran familia y para mí fue muy importante. Su esposa Bibí fue la fiel compañera, quien estaba en todas las reuniones junto a él, apreciándose que para Calero la arquitectura no terminaba en el estudio, sino que era algo integrador”.
Sobre su personalidad Silvia Cantoni expresó que “para cada reunión se tomaba el trabajo de llamar por teléfono uno a uno, decía que había que comprometerlos y aunque la tecnología había avanzado, prefería hablar directamente con sus colegas”.
Mariana Gross trajo a su memoria un hecho que se repetía en varias ocasiones y era que cuando un colega se recibía, él lo invitaba a compartir un trabajo, “pasando a ser de esa manera el padrino de muchos de quienes hoy estamos trabajando. Nos acompañaba, nos allanaba las dudas y mostraba ese amor paternal por la profesión. Durante muchos años su claro objetivo fue adquirir la sede propia, lo que logró”.
Por su parte, su hija María Inés agradeció en nombre de la familia el reconocimiento, indicando que “nos sentimos muy orgullosos de lo que fue nuestro padre, de cómo amó su profesión. Tenía dos grandes amores: su familia, por supuesto mamá y luego ser arquitecto.
Aún estando enfermo trataba de seguir acudiendo a las reuniones, brindando sus consejos y siempre tuvo la compañía de todos los arquitectos, lo que le hacía muy bien. Somos testigos además de muchos de los testimonios que ustedes han dado, de sus rezongos porque los jóvenes no entendían lo que él pedía, no seguían sus pasos. Sabemos que él se sentiría orgulloso de que la sede lleve su nombre como ustedes lo resolvieron. Llevaba la profesión y la docencia incorporada, por eso los atraía a todos”.